Que estoy loquita no es ningún secreto, no elegí el nombre de este dominio en vano (es uno de los mandamientos: no elegirás el nombre de tu blog en vano), pero este mes me he vuelto más loquita si cabe. Me hubiera gustado leer más y ver alguna película más de las que había visto hasta ahora, pero es que resulta que se me metió en la cabeza hacer un vídeo sobre la historia del terror (o de lo gótico, como lo llaman los anglos, usanos, cabritish) y resulta que, investiga que te investiga, escribe que te escribe, pues mira tú por dónde lo que iba a ser un vídeo terminará siendo, si no me canso antes (o no los ve ni el tato), una fucking serie de vídeos. Porque la megalomanía, el exceso y el maximalismo nunca me abandonan. En realidad, si me preguntáis, hubiera preferido un podcast, porque es lo que más escucho y porque son infinitamente más llevaderos y fáciles de editar, pero los podcast en solitario se me hacen bastante pesados. Si tuviera amigüis con los que grabar un podcast, creo que elegiría esa opción, porque hablar de pasiones compartidas es mi identidad, pero como no tengo, pues tendré que seguir hablando sola.

Se me metió en la cabeza, además, que sería una oportunidad estupenda tenerlo para Halloween y, como siempre, llego un pelín tarde. Conseguí terminarlo ater por la noche (con estoquiero decir, terminar de editar, quitar una cosa que me dijo YouTube que ñeñeñe, coyright, volver a subirlo…) y esta mañana a las siete, puf, salió publicado. Ha sido un proceso francamente estresante. Ya sabía e imaginaba que el proceso de creación de un vídeo es largo, a veces tedioso, y no pocas veces frustrante, sobre todo para alguien que nunca ha editado vídeo. Y si no se me hubiera metido en la cabeza que tenía que estrenarlo (me da pudor usar este sustantivo asociado a producciones culturales de envergadura y presupuesto cuando yo he grabado esto con un móvil en el salón de mi casa, con cero aspiraciones comerciales), «compitiendo» con lanzamientos como el de mi querida Florence y el Frankenstein de Guillermo del Toro (con el fucking Oscar Isaac) y no sé cuántas cosas más, si no fuese tan dura de mollera, se me habría hecho el proceso menos angustioso, tenso y agobiante. No digo con esto que no haya sido también divertido, ilusionante y enriquecedor. Solo que este plazo autoimpuesto me ha complicado las cosas.
Estoy muy orgullosa de cómo ha quedado a pesar de que es el primer vídeo así que hago y, lógicamente, el resultado en lo audovisual es amateur y mejorable. Por si no fuera poco, la mejor grabación en cuanto a encuadre fue la última, la cuarta, cuando estaba ya harta de repetir lo mismo, y a veces se nota. Estoy también muy orgullosa de cómo ha quedado en cuanto a contenido, incluso aunque creo que esto le va a gustar a cuatro frikis, porque seguramente nadie espera que para hablar de un género me ponga a hablar de una casa, pero ¡todo tiene sentido! ¡Perseverad!

abril de 1801. Del libro Gothic Tourism: Constructing Haunted England
Dicho esto, me queda un vídeo introductorio por grabar, donde explico cuál es el marco en el que me apoyo para esta serie, qué es lo que espero hacer, pero es que ya no me daba tiempo y estoy agotada. Así que lo voy a resumir brevemente en este post y, cuando tenga tiempo y ganas le dedicaré un vídeo cortito para que se entienda mejor (y para quienes no leen, pero sí ven vídeos). En ese vídeo que no he grabado aún quería expresar cómo el terror es un género (o un «modo» si no queremos ser tan específicas y pillarnos los dedos con las reglas) idóneo para explorar lo problemático de las fronteras, binarismos o dicotomías que usamos para dividir nuestro concepto del mundo: entre la identidad y la alteridad, entre la la razón y la locura, la naturaleza y la cultura, el pasado y el presente… Cómo no, ese proyecto empezó (o se intensificó, si queremos empezar antes en los inicios de la modernidad) con la Ilustración. Pero todo intento de poner fronteras culmina en la infiltración, la infección, y es ahí donde el terror brilla. El cerco se estrecha, las fronteras son porosas. Si en la novela gótica tradicional es el pasado barbárico (interpretado como un presente por muchos autores, solo que un presente-pasado pues está geográficamente alejado de la supuesta «civilización») el que amenaza con volver, en la época victoriana proliferan las casas encantadas, esa frontera de lo doméstico como lugar seguro. Y cuando se racionaliza ese fantasma surgen otros nuevos: el terror psicológico de Poe, donde es el propio yo el que está atormentado. Etcétera, etcétera.
Cada época intenta levantar nuevos muros: entre lo real y lo virtual, entre el ser humano y la máquina, entre el centro y la periferia. Pero el gótico y el terror persisten como fuerzas que ponen de manifiesto lo frágiles que son esos muros.
Así que, pensando en eso, quise hacer que cada vídeo explorase un binarismo y sus fronteras, no tanto una disertación histórica y cronológica con un enfoque historicista y evolutivo. Al primero lo he llamado «Lo recto y lo torcido», por sus connotaciones de razón como contrapuesta a la locura, pero también por sus asociaciones con la arquitectura clásica y el nuevo gusto por lo desmesurado que estallaría en el Romanticismo y por el corazón queer que está en el centro de lo gótico. Este es, probablemente, el vídeo más circunscrito a un periodo, sin salirme de él, porque al empezar a escribir el guion me di cuenta de que era importante analizar una parte, quizá menos explorada y conocida, de los orígenes de lo gótico (o, insisto, el terror: yo vengo de Filología Inglesa y aunque no sean, necesariamente lo mismo, en este ámbito muchas veces se usan indistintamente) y acabé dejándome llevar por la historia. Quizá, más adelante, vuelva a ello desde otra perspectiva, porque hay ahí un potencial desaprovechado.

No está de más recordar que esto es algo que hago en mi tiempo libre. No es un trabajo, ni me pagan por ello. Esto es casi más un recordatorio para mí misma que para el resto del mundo, pero no está de más que también el resto del mundo, o sea, los cuatro gatos que lo vana ver, lo recuerden también. No quiero llamarlo hobby, o afición, porque siento que banaliza una pulsión y una pasión como algo que solo sirve para pasar el tiempo sin dejar poso alguno, cuando la vida es precisamente eso que llamamos hobbies. Lo que quiero decir, a modo de descargo de responsbilidad, si queréis llamarlo así, es que, aunque me esmero por que no haya errores fácticos, tampoco se trata de rodar una tesis doctoral. ¿Te imaginas el aburrimiento? No puedo explicarlo todo y es lógico que faltarán cosas. En segundo lugar, investigar, por pedante que suene, es lo que más me gusta en este mundo, pero también me gusta hacer el payaso, decir tonterías, hacer bromas, ser intensa, y el tono académico en eso es rígido y, a veces, asfixiante. El tercer punto, eso sí, es el más importante: esto lo hago en mi tiempo libre y quiero poner yo mis normas. Sin prisas, sin presiones (lo que incluye la presión propia), sin más pretensión que hacer algo que me gusta y a mi ritmo. No me voy a comprometer a tiempos ni a medir al peso la cantidad de vídeos que haga. Y si me canso, la vida se interpone, o no le interesa a nadie, pues me relajo y me dedico a mirar el techo.
El proceso de investigación lo tengo más que trabajado, porque son muchos años ya, pero el técnico me temo que no. Ahí sí que trataré de mejorar para que el aspecto visual (y auditivo) sea más placentero, pero insisto en el párrafo anterior. Amo a Contrapoints, pero no tengo ni el tiempo ni el dinero de montarme Lo que el viento se llevó versión video ensayo. Si algún día lo tengo pues igual lo hago o igual me dedico a hacer pasteles, qué sabré yo lo que me depara el futuro, pero a día de hoy solo tengo un móvil y un trípode con luz y unos muy rudimentarios conocimientos de edición de vídeo con OpenShot. Es más, aunque a veces me enajeno con estas pulsiones megalómanas sobre Hacer Cosas con mayúsculas, en el fondo hay una parte de mí que detesta lo profesionalizado que está todo en interne ahora mismo y que para cualquier cosa necesites armarte de no sé cuántas herramientas y estudiar trescientas carreras: de oratoria, de edición, de teatro, de imagen y sonido… ¡Déjame vivir! Una parte de mí añora ese otro internet un poco más cutre, menos empaquetado.
También soy muy consciente de que estamos en un entorno saturadísimo de contenido y confieso que siento una leve punzada de culpa de arrojar más contenido al mundo, como si mis palabras fueran ropa low cost que termina en un vertedero después de tres usos. Pero os voy a contar un secreto: yo de adolescente quería ser periodista (y escritora) porque quería contar cosas y pensaba que mi voz importaba. Estudié un semeste, la carrera me parecía un aburrimiento y lo dejé para dedicarme el siguiente semestre a leer y ver conciertos. Pero la pulsión no había desaparecido. Si eres una mujer que cree que tiene algo que contar y te atreves a hacerlo en público te van a llamar narcisista en un día bueno, cosas peores en otro no tan bueno, pero no quiero que nadie me agoste ese deseo. «Contenido» es una palabra horrible, por vaga e imprecisa, porque mide las cosas al peso y deshumaniza algo tan humano. A mí me gusta contar historias, siempre fui esa rarita cuyo intento de búsqueda de contacto con el otro se basaba en las pasiones compartidas, y no quiero que nadie me arrebate eso, así que me agarro a esa tela deshilachada de autoestima que me queda al confiar en que mi voz importa y que igual a alguien al otro lado le interesa lo que tenga que contar. Porque las historias y las ideas son mi pasión.
Dicho esto, pues aquí tenéis el vídeo, el primerito, recién salido del horno. Ojalá os guste